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jueves, 11 de septiembre de 2014

Cuando nuestros padres se hacen mayores

Estamos acostumbrados a ser hijos de nuestros padres y padres de nuestros hijos.

 Es decir, hemos vivido los cuidados y crianza que nos ha dado nuestra madre o nuestro padre, y parece que sabemos de forma prácticamente automática cómo cuidar a nuestros hijos.  Sin embargo, ¿estamos preparados para cuidar a nuestros padres?.

Llega un momento en la vida en el que empiezas a ver los resultados del envejecimiento en ellos: ya no son tan ágiles como antes, hay tareas que ya no pueden hacer sin ayuda y se han quedado atrás en muchas formas de entender el día a día. Eso sin mencionar que sean presas de alguna enfermedad que entorpezca sus facultades físicas o psíquicas.
Es entonces cuando se plantea un cambio de rol cuestionando el devolver los cuidados a los progenitores y diversas dudas:

- "¿Hasta dónde debo tomar las decisiones?"

- "¿Cómo puedo compatibilizar los cuidados con mi vida laboral?"

- "¿Hasta qué punto deben implicarse mis hermanos?, ¿y yo?"

- "¿Podré atender a mis padres y a mis hijos sin condicionarles?"

- "¿Cómo es posible que ya no se acuerde de mí o de actividades que hacían con tanta soltura?"

- "¿Cómo debo actuar o hablar  para respetarle  y para que me respete?"

Para muchas personas, la dificultad para encontrar una solución a todas estas preguntas, se traduce en "sobrecarga": rabia, impaciencia, estrés...emociones que nublarán todavía más la situación frente a la que nos encontremos.

El primer consejo para evitar cualquier bloqueo mental es asumir y aceptar las limitaciones.
Esto nos llevará a responder a sus necesidades, que no será lo mismo que a sus deseos infundados. Exactamente igual que ellos hicieron con nosotros. ¿Nuestros padres cedían a todos nuestros caprichos?, ¿nuestros padres dejaban que los insultásemos o les pegásemos?, ¿nuestros padres dejaban que les chantajeásemos?, ¿cuál era la forma en que nos recompensaban?...

Realmente no será tan difícil ser PADRES DE NUESTROS PADRES si dejamos actuar al sentido común y a lo que nos dicte el corazón.
 Es posible que todos los artículos que leamos sobre este tema nos animarán a devolver los cuidados y el cariño recibido, pero hay que tener en cuenta que no ha sido así en todos los casos, que esto también debemos asumirlo y que no existen los DEBERES cuando estos maten a tus DERECHOS.


El segundo consejo será entender que la flexibilidad ha de venir por ambas partes, en la medida de lo posible. La comunicación, el diálogo y la confianza será clave para la convivencia y la toma de decisiones.

Al igual que han quedado obsoletas otras ideas culturales, también ha quedado atrás que los hijos deben cuidar a sus padres. A pesar de ello,  la frase #tieneslaobligacióndecuidarme será un hashtag bastante habitual en sus bocas y mentes. En este caso, los receptores deberán responder qué no existen contratos entre un vínculo tan personal, explicando los motivos de haber tomado esa decisión, que será distinta para cada caso y familia.

Y por último el tercer y último consejo con respecto a la responsabilidad de los cuidados.
Siempre se llevarán mejor y serán de mayor calidad si son compartidos, bien entre los miembros del hogar o con profesionales a los que solicitemos ayuda. Ayuda que en algún momento todos necesitamos, tengamos la edad que tengamos...

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